¿Volverán a surgir los llamados gobernantes Liberales o socialistas en América Latina?

Es bien sabido que el
retorno de América Latina a la democracia a
partir de fines de la década de 1970 se basó
mayormente en transiciones pactadas, en las
que las viejas elites se habían reservado
numerosos poderes de veto y derechos
exclusivos que obstaculizaban una real
participación de todos.
Sin embargo, ese camuflaje no impidió la
instalación de gobiernos liberales o socialistas,
especialmente en Brasil, Chile, Argentina, Peru,
Ecuador, Uruguay, Paraguay, Bolivia y
Venezuela.
Esta semana sucedió algo que quizás por el
cautivo de la Pandemia, no llamo mucho la
atención. Y aunque no fue en República
Dominicana, pudo haber impactado como
otros tantos hechos originados en la
comuni9dad internacional,

Tiene que ver con Brasil y el proceso político
tras las forzadas e inducidas caídas de
gobernantes liberales de la gran nación
suramericana.
Este 1 de mayo, en ocasión del Día
Internacional del Trabajo, Los ex presidentes
brasileños Fernando Henrique Cardoso, Luiz
Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff se
unieron en un acto virtual con motivo de dicha
celebración y coincidieron en condenar la
gestión del mandatario ultraderechista Jair
Bolsonaro en la pandemia del coronavirus.
“No es el momento de separarnos. Es la hora
de juntarnos porque tenemos que construir un
futuro”, señaló Cardoso (1995-2002), quien la
semana pasada pidió la renuncia de Bolsonaro
tras la crisis abierta en el Gobierno por la
dimisión del ministro de Justicia, el ex juez
Sergio Moro, el mismo que frustro las
posibilidades de que Lula regresara al Poder y
además lo confino nuevamente en una prisión,
El nuevo siglo comenzó en América Latina con
un «giro a la izquierda» que fijó nuevos rumbos
en el tratamiento de la cuestión social, la
participación política o los derechos de las

minorías y que obtuvo reconocimiento
internacional. Estas dinámicas fueron
favorecidas por Estados que se fortalecían y un
sólido crecimiento económico en un contexto
de alzas en los precios de las materias primas.
Mientras la crisis financiera desatada a partir de
2007 hacía sentir a Estados Unidos y Europa
las consecuencias sociales del descontrol de
los mercados, en América Latina se reducía la
pobreza casi a la mitad.
Comenzando con las súbitas muertes del
venezolano Hugo Chávez y del cubano Fidel
Castro y los posteriores juicios contra varios de
esos líderes que parecían haber consolidado
un modelo regional de gestión liberal, marco el
fin de una generación de gobernantes cuyas
gestiones no eran del todo muy bien vistas por
Estados Unidos.
Las últimas elecciones en Venezuela y
Argentina sumado a la destitución de la
presidenta brasileña Dilma Rousseff marcaron
una amenaza latente a la izquierda gobernante
tras más de una década en el poder, a serios
problemas.

Las reformas (económicas) neoliberales
introducidas a partir de la década de 1980
habían prometido a América Latina prosperidad
y participación para todos. Pero en lugar de
incentivar el crecimiento económico y la
construcción de instituciones estatales más
sólidas, solo beneficiaron a unas pocas
personas –como el mexicano Carlos Slim, que
se convirtió en uno de los más ricos del
mundo– y simultáneamente arrojaron a gran
parte de la población a la miseria.
Al iniciarse el siglo, más de 40% de la
población latinoamericana era pobre. El
neoliberalismo condujo además a un aumento
de la participación política, que contribuyó a
dos tendencias. Por un lado, se fortalecieron en
toda la región movimientos sociales y la
cuestión social volvió a la agenda política. Por
otro lado –y relacionado con lo anterior–,
muchos grupos indígenas se constituyeron, tras
siglos de marginación, en un movimiento
político con cada vez mayor influencia. Con
ellos, ganaron importancia nuevos modelos de
desarrollo como, por ejemplo, el concepto de
«buen vivir» o una relación distinta con la
naturaleza. Estos movimientos e iniciativas de

base fueron un importante nexo para el

ascenso al poder de los gobiernos social-
liberales democráticos (Chile),

socialdemócratas (Brasil) o autodefinidos como
socialistas (Venezuela), que comenzaron una
primera fase de gobierno progresista.Al
principio, muchos de los nuevos gobiernos
tuvieron que imponerse frente a las
tradicionales elites conservadoras. Este cambio
no se hizo sin conflictos: resulta emblemático el
intento de la oposición venezolana de dar un
golpe con ayuda de las Fuerzas Armadas en
2002 contra el presidente Hugo Chávez,
elegido con 60% de los votos. También es
cierto que las medidas de los nuevos gobiernos
no fueron siempre elaboradas de manera
democrática y que derribaron alguna que otra
institución de la democracia representativa. No
obstante, las advertencias de que de este
modo se abría un nuevo flanco al autoritarismo
no tenían en cuenta que esas políticas eran
frecuentemente necesarias para una
profundización de la democracia. Sucede que
Por ejemplo, hasta el día de hoy, 10% de los
ingresos del Estado chileno por la extracción de
cobre se depositan en una cuenta de las

Fuerzas Armadas que no está sujeta a ningún
control (parlamentario).
Si volvemos la vista a la última década del
presente siglo, en esta primera fase se
cumplieron más esperanzas que temores. A
pesar de los malos augurios, las reglas
centrales del gobierno democrático fueron
respetadas. En numerosos países se produjo,
en diálogo con movimientos sociales y
organizaciones de base o impulsada por estos,
una profundización de la gestión democrática
compartida que complementaba la democracia
representativa liberal con elementos
participativos y comunitarios.