A la luz del canal que toma las aguas del Masacre, desde el lado haitiano de la historia

Comentario del ingeniero José Israel Cuello

El Río Masacre nace en las montañas dominicanas, al llegar a Dajabón
cruza por un rato a territorio haitiano, y, luego pasa a ser línea de
definición fronteriza hasta que vuelve a mojar tierras dominicanas y a
desembocar sin volver a Haití.
El protocolo para su manejo está definido en documentos de las
dos naciones y ratificado por sus instancias válidas tanto en el Tratado
de límites de 1929, como en el Protocolo de 1935 que cediío a Haití el
Valle de la Miel y otras extensiones territoriales, a lo que debe
agregarse un acuerdo más reciente que define el uso de las aguas
comunes, del cual los dominicanos nunca hemos ejecutado lo que nos
toca porque arranca con una presa, de este lado de la historia, carente
como es de otro uso que la definición de la reserva de aguas para la
operación de un río binacional por nuestra parte.
Ahora, cuando la población haitiana depende de los suministros
cotidianos desde el Este de la isla común, se hace conciencia que la
presa olvidada debió haberse hecho hace tiempo porque ya el Masacre
no se cruza sólo a pie, sino que en camiones y patanas, en todo tipo de
transportes incluído mujeres como bestias de carga, y que, a la vez,
muchísimos dominicanos viven de ese comerció, lícito en principio, y
no tan lícito cuando la necesidad impone aquello de supervivir.
El cierre de la frontera ordenado y aplaudido, simplemente no
resuelve el problema de que un grupo de haitianos, en su territorio,
encauce las aguas que el Masacre derrama sin contenes en su propio
espacio vital.
Hoy somos los malos de una película que no se hubiera filmado y
ni siquiera guionizado, de haberse levantado una pequeña presa en el
momento en que los protocolos correspondientes la preveían. Pero, de
los acuerdos viejos nadie se recuerda.
Aúnque, es mejor tarde que nunca.
Para la Presa, pero no para los millares que cada día viven como
compradores o vendedores en una frontera vibrante de necesidades,
de vida y de futuro, Aunque sí PARA LAS DOS NACIONES, que en su
día a día común se integran de manera irremisible.
Antes que muchas otras, retrasadas ellas, donde ahora, hoy y
ahora, se pelea todavía por los límites. ¡Qué avanzados estamos!